Pages

1 de septiembre de 2012

Fue mi consejero aúlico quien lo consiguió


El otro día en el sopor de un partido de mierda de fútbol y  mientras comía de una manera nada saludable guacamole, le pedí el teléfono a Daniel.  Mi único objetivo era mandarle algún wasap sandunguero a Cristina.

 Yo quiero besarla, y ella quiere que seamos amigos, como en las series de televisión. O sea gente joven y moderna que son amigos. En todo caso como nuestros objetivos son absolutamente diferentes dedico mi tiempo a ser un tipo ingenioso y locuaz. 

Cuando ya le había enviado varios, Dani, decidió que era el momento de poner fin a aquella situación. Y me pidió mi consentimiento para instalarme vía Wifi, la aplicación de wasap. Instantes después ya lo tenía instalado. Y mi primer wasap, no fue para ella, sino que fue para Romero, con el que he fantaseado muchas veces con la posibilidad de enviarnos palabras ingeniosas como “ponzoña, cacerola, agaporni, copón etc”



No he tenido whatsapp, hasta ahora porque no  lo veía útil, ya que, como demuestra este rinconcito, comunicarme con la gente es algo de vital importancia para mí. Pero, a pesar de ello, he de reconocer que la vorágine ha llegado a un punto en el que da miedo meterse, porque parece no haber salida ni vuelta atrás. Joder desde que tengo la mierda del wasap, me sorprendo escribiendo a menudo.

Gente tomando una cerveza en el casino sin mirarse, personas más pendientes de si hay wifi en la puta estación, zombies a lo Walking Dead que caminan sin mirar ni al suelo ni a lo que tienen delante y, algo que me resulta curioso, gente que ya no se mira, en el metro , en el autobús… en ningún sitio.

La mirada de las personas es algo único, te pueden engañar con las palabras, los gestos, incluso con una sonrisa, pero la mirada es diferente, no puede ocultar lo que realmente se siente.

 En los noventa (90’), cuando te montabas en el metro, podías sentir las distintas miradas de la gente, miradas curiosas, miradas dormidas, miradas indiferentes, miradas interesadas, miradas despectivas, miradas de coqueteo, miradas, miles.

Ahora todo eso se ha terminado, cada cual a su mundo virtual, ajeno a los demás, ajeno a lo real, a lo humano, ajeno a lo que le convierte en persona.

 Lo triste es que he terminado sucumbiendo como el resto, y es que ya lo dijo Groucho. Estos son mis principios, sino les gustan tengo otros

 terminaré con ampollas en los dedos de tanto escribir estupideces y con la vista destrozada de tanto mirar la dichosa pantallita, pero, por favor, si esto pasa, y te cruzas conmigo, mírame a los ojos…

Pd: le he prometido a la virgen de Covadonga, que hasta el miércoles no le wasapeo a Cristina

Pd2: a pesar de todo sigo sin Facebook.  


2 comentarios: